La esperanza indudablemente es lo último que se pierde, porque ella representa ese algo que hace que una persona, pueblo o nación no se rinda ante las vicisitudes. Sin embargo, algunas veces es necesario actuar acionalmente ante una realidad que no puede cambiarse, porque si dejamos que los pies se alejen de la tierra podríamos caer en un error que nos quite la posibilidad de superarnos.

Bolívar albergaba el deseo de que los virreinatos latinoamericanos se unieran y actuaran como un todo, como un gran país, pero sabía que esto no era posible porque cada uno de ellos tenía intereses y ambiciones particulares; y en dado caso que formaran una sóla nación, ésta se iría irremediablemente al caos. A pesar de que todos los pueblos habían pasado por el mismo proceso de colonización y de mestizaje, actuaban en forma independiente el uno del otro, y por eso, el Libertador supuso que tras obtener la Independencia cada cual asumiría el tipo de gobierno que mejor le pareciera. Algunos implantarían monarquías, debido esto a que los partidos de mayor poderío eran de tipo aristócrata o militar, aunque al poco tiempo estas se vendrían a bajo porque ese hombre latinoamericano ya no era capaz de mantener su espíritu de libertad bajo una corona. Otros seguirían modelos republicanos, alternando entre formas centralistas o federalistas.

De lo que sí no hay duda es que jamás podríamos actuar como uno solo, porque entre nosotros mismos existen sentimientos de odio, de envidia; no pensamos en el bienestar de nuestro hermano, sino en la manera en la que podemos aprovecharnos de él y pisotearlo, para que así él no surja.

Tampoco podemos superarnos porque desde nuestro origen se nos han impuesto formas de pensar, de ser, hasta de vestir, se nos ha dicho qué es lo que debemos hacer y qué no; seguimos modelos que no son nuestros, imitamos conductas que no nos conducen a nada, porque estas no son acordes a los problemas que tuvimos, que tenemos y que tendremos.

Es cierto que obtuvimos la Independencia, ¿pero realmente logramos ser libres? ¿pudimos obtener lo que en verdad se quería? Siempre hemos estado sometidos bajo un yugo; en el pasado fue el español; en el presente es el de los Estados Unidos, que actúa como un “Dios” diciéndonos qué debemos hacer, y ocultándose tras una máscara de falsa democracia, de falsos ideales de libertad y de igualdad. Porque si nos ponemos a pensar un poquito jamás hemos llevado la frente en alto para decir abiertamente qué es lo que queremos y qué es lo que no, sin sentir la presión de que tras una decisión no adecuada a la vista de los Estados Unidos nos viene una represión, un golpe con el látigo.

Porque jamás hemos dejado de ser un pueblo esclavo, sumiso, y es que en esta actualidad seguimos siendo dominados por un “Diablo” que lo que quiere es lo mejor para sí sin importar lo que le ocurra al resto de la gente. Entonces...

¿Somos verdaderamente LIBRES?

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